lunes, 15 de noviembre de 2010

Gélida noche.


Siento el frío del revolver dentro de mi boca, sabe a grasa y a gélido metal, todo mi cuerpo tiembla mientras sostengo el arma en esta posición. Ella se encuentra tirada a mi lado, tan cerca de mi que es inevitable pisar la sangre viscosa que emana de su cuerpo empapando toda la moqueta del apartamento.

Es de noche y la habitación solo está iluminada por alguna farola del exterior, y por las luces de las sirenas de policía que intermitentemente asoman durante milésimas de segundo a través de la ventana para volver a desaparecer. Entre las sombras se distinguen varias personas apuntándome con sus respectivas armas, también se escuchan sus voces: -Tire el arma y entréguese, no volveré a repetírselo. Cierro los ojos con fuerza mientras me desplazo unos centímetros y uno de mis pies tropieza con el inanimado cuerpo de ella. Un frío espectral recorre mi piel mientras mi dedo acaricia el gatillo del arma.

Apenas unas horas antes jamás hubiera imaginado una situación así, o puede que tal vez si. Recuerdo hace unos años cruzando la interestatal 5 en California, ella iba al volante cuando pasamos por un cartel que marcaba Los Ángeles 152, de pronto se colocó en el carril contrario cuando la gran mediana de césped que separaba ambas direcciones le permitió hacerlo, pensé que sería nuestro fin al estrellarnos contra algún coche de frente, avanzó así durante unos kilómetros hasta que decidió detener el coche en el arcén, me miró con los ojos muy abiertos y preguntó: -¿Me quieres Jesse?. La miré sorprendido y asustado: -Joder nena, claro que si, te quiero, pero no vuelvas a hacer algo así joder. Se llevó las manos a la cara y comenzó a gritar diciendo que si no la quería y que si pensaba dejarla este era el momento de decírselo. Intenté calmarla mientras la convencía para conducir yo.
Hubo una noche en la que me levanté de madrugada para hacerme algo caliente de beber, unos minutos mas tarde se acercó a ver qué estaba haciendo y me preguntó de pronto si alguna vez había tenido dudas. -¿Dudas de qué, nena? -Dije cansado. Me miró con los ojos muy abiertos: -De nosotros. Contestó preocupada. Le dije que alguna vez si en todos estos años, pero que era algo normal y tenía claro que la quería y que quería estar con ella, que no era algo de lo que había que preocuparse. Una vez dije aquello se asomó a la ventana y se dejó caer. Por suerte para ella en aquel entonces vivíamos en una primera planta y solo consiguió hacerse daño en una pierna y doblarse un tobillo.
Recuerdo otra ocasión en la que me pidió que le pegase, le dije que era incapaz de eso, que jamás le pondría una mano encima, me llamó inútil y dijo algo relacionado con mis cojones. Sacó un cuchillo de la cocina y comenzó a rajarse los muslos con él, chillaba de insoportable dolor pero no dejó el cuchillo en ningún momento, fui a quitárselo pero solo conseguí llevarme varios cortes en las manos. Vi el libro de Sexus de Henry Miller que por aquel entonces me estaba leyendo y se lo lancé a la cabeza, eso le hizo soltar el arma y llevarse las manos donde el libro la había impactado, logré calmarla no sin antes llevarme unos cuantos insultos y varios arañazos.
Ahora, hace apenas unas horas ha venido con dos paquetes envueltos, muy contenta y sonriente. Me ha dado uno y ha dicho que era para mi, lo he abierto y he encontrado el arma que ahora tengo en la boca, observo estupefacto el "regalo", ella saca un arma igual del paquete que lleva consigo, no sé de dónde coño las habrá sacado, tampoco le pregunto ya que me siento incapaz de articular palabra. -¿Me quieres Jesse?. Pregunta contenta y muy animada. -Joder, si. Logro articular.Se pone a mi lado, me besa y luego me mira: -Muy bien querido, si es verdad que me quieres te veo ahora, ya sabes lo que tienes que hacer y no me hagas esperar, capullo. Dicho esto se coloca el arma en la sien y suena un disparo.
Un sudor frío baña mi cuerpo mientras me exigen que tire el arma y me entregue, es fácil decirlo, pero ella se ha ido sin mi y no quiero dejarla sola allá donde esté. Vuelvo a acariciar el gatillo del arma cuando escucho una voz: -Maldito cabrón, te dije que no me hicieras esperar, ¿qué coño estabas pensando? Capullo.

1 comentario:

Jesse Custer dijo...

Que descaradamente dejas SPAM en mi blog.