Me encantaba. Podía pasarme horas observando esas largas piernas sin darme cuenta de que pasaba el tiempo ni de lo que sucedía a mi alrededor, podían desmoronarse imperios, asesinar a cien reyes que mientras tuviera sus piernas delante todo pasaba sin darme cuenta.
A ella le gustaba y posaba para mi, se ponía cachonda cuanto más la miraba, con esa cara y esos ojos que ponía, mientras me fumaba un cigarro y la devoraba sin necesidad de tocarla. A ella le gustaba, sí, esas piernas desnudas eran mi perdición, y era genial.
Pero un día se cansó de ver como la observaba, tanto a ella como a sus largas piernas, y se largó, me quedé solo, con esa cara con la que me dejó, sin expresión, sin forma.
Ahora ella no está, se fue sin darme tiempo a decirle adiós, sin tiempo a decirle que fueron las piernas mas bonitas que había visto. Escuché una vez que ahora se dedica a caminar, camina y camina con sus preciosas piernas, y los hombres la miran como la miraba yo, y va recorriendo lugares sin rumbo, con esas piernas tan largas... Las más bonitas de la ciudad.
© La palabra de Jesse Custer 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario