jueves, 21 de octubre de 2010

Perra Cobarde.

Había quedado con ella en el Kikenny's. Dijo que servían buen vino y no le faltaba razón. Había llegado media hora antes, la ciudad era una completa desconocida y tenía la necesidad de resguardarme en algún bar.
El Kikenny's era como me lo había descrito, un lugar mas estrecho que ancho con una larga barra que recorría prácticamente todo el local, iluminado por una cálida luz anaranjada, al final del local se levantaba un pequeño escenario donde había un grupo haciendo versiones de Dave Brubeck, estaban tocando Take Five mientras pedía mi segunda copa de vino. Me tomé mi tiempo saboreándolo, sintiendo como recorría mi garganta a cada trago.

La puerta del Kikenny's se abrió de golpe, rompiendo la calidez y la intimidad del local, se me aceleró el ritmo cardíaco pensando que podría ser ella, pero solo era otro pobre idiota buscando cobijo y escondiéndose de la gran ciudad. Mi pulso volvió a su normalidad y continué disfrutando del buen jazz y el buen vino.

Recuerdo la noche que la conocí, fue en uno de mis recitales de poesía. Normalmente, me contrataba cualquier bar, para que fuera a soltar mis perversiones literarias a personas a las que realmente, no les importaba lo más mínimo que yo estuviera allí. Aquel recital duró apenas cuarenta minutos y al terminarlo nadie aplaudió, me despedí de mi público dándoles las gracias pero nadie me escuchó. Fui a la barra buscando desesperadamente algo de beber, con mi Vodka-7 entre las manos podría soportar mejor la noche. De pronto una muchacha se sentó a mi lado, era joven, atractiva, guapa, con una larga melena negra, su mirada invocaba sexo, no sé qué fue exactamente pero algo en ella me excitó, desprendía morbo, un morbo que me desbocaba: -He disfrutado mucho con el recital, has conseguido ponerme cachonda. Dijo sin apartar la mirada de la mía. Imaginé que lo estaba diciendo debido al fracaso del recital y a lo desapercibido que pasé, le di las gracias por intentar animarme, aunque en realidad su comentario me la estaba poniendo dura. Me llevé un largo trago de Vodka-7 y ella observaba cada uno de mis movimientos, la invité a una copa: -Fóllame con tus palabras. Fue lo que me dijo. Le prometí escribir algo sobre ella, algo donde me la follara con las palabras, pero no era eso lo que quería, si no, que le detallase en aquel momento como me la follaría. La miré divertido y me llevé de nuevo el Vodka-7 a los labios. Le reconocí que me estaba sorprendiendo con aquella conversación: -Cochino cabrón. Fue lo único que supo decir: -Cochino cabrón que me has dejado empapada con tu recital de perversiones, putas y borrachos, y ahora no quieres contarme como me follarías. Me eché de nuevo un trago de Vodka-7, mientras me colocaba el paquete en otra posición ya que la erección me molestaba entre los pantalones.
De pronto se levantó de mi lado, me pidió mi número de teléfono pero ella no quiso darme el suyo, me pareció justo después de la interesante charla que me había ofrecido en una noche como aquella, donde la decadencia y la tristeza se apoderaba por momentos de mi. Me dijo que me llamaría pronto.

Pasé días, semanas y meses esperando su llamada. Siempre que sonaba el teléfono lo cogía ansioso esperando volver a escuchar su voz, pero nunca llamó.
Me masturbaba pensando en ella para soportar la espera de su llamada, me masturbaba recordando su mirada bañada por el sexo, recordando su sugerente cuerpo deseando ser follado con mis palabras, recordando su salvaje y larga melena. Estaba ansioso por volver a verla, quería que me pusiera dura con su conversación. Hasta que eso ocurría subsistía practicando el onanismo.

Sonó el teléfono: -¿Si?. Pregunté con normalidad: -Cochino cabrón. Era ella, se me puso dura al oír su voz: -Perra, has tardado mucho en llamarme, cobarde, ¿tenías miedo?. Perra Cobarde. Hablamos de todo y de nada. Me dio una dirección, un lugar, una hora y un día.

Así que ahí me encontraba, en el lugar indicado, a la hora y el día acordado, disfrutando del vino y el jazz del Kikenny's. Estaba recordando el tiempo que había esperado su llamada y las veces que me había masturbado pensando en ella, cuando de pronto la puerta del local volvió a abrirse, esta vez me pilló completamente desprevenido, la banda del Kikenny's comenzó a tocar Harlem Nocturne justo cuando ella entró al local, se quedó parada unos segundos mientras sus negros ojos se acostumbraban a la iluminación del bar.

Anduvo directa hacia donde me encontraba, hasta quedarse delante de mi. No dijo nada. Me dediqué a observarla un momento, sus ojos negros y felinos, su salvaje y larga melena, y su cuerpo, ese cuerpo que tanto morbo desprendió cuando la conocí y tanto deseaba ahora. Me acerqué lentamente hacia su oído: -Perra cobarde. Le susurré. No se lo pensó y me agarró la polla con una mano, aquel gesto no me lo esperaba pero reaccioné rápido agarrándola del culo y mordiéndole el cuello, apartó la mano de mi paquete y aprovechó para restregarme el coño por la polla, que en esos momentos ya la tenia dura, noté el calor que su coño desprendía entre mis piernas, la apreté contra mi con mas fuerza: -¿Y ahora qué?. Me dijo con voz suave. -¿Ahora?, dije yo: -Ahora comenzaremos el primer capítulo de lo que será un largo libro, ni siquiera hemos acabado con el prólogo. Sonrió. Se encendió un cigarrillo, jugó con su mechón de pelo. Me miró: -Soy mas zorra que cobarde, aún tengo mucho que demostrarte, porque como bien dices esto no es ni siquiera el principio.

Perra.

Pasé horas buscándola por las calles. Se suponía que tenía que estar en el piso esperándome. Escruté la oscuridad sin éxito, cruzándome entre borrachos y putas. Anduve como un loco desesperado intentando dar con ella, mientras mi frustración crecía. Que se hubiera olvidado de mi no era una opción, ni tampoco que le hubiera ocurrido algo, ella sabía cuidarse muy bien.

Entraba y salía de un bar a otro esperando encontrarla sentada en la barra, engañando a algún pobre imbécil para que la invitase a una copa. Recorrí varios tugurios que solía visitar, pero solo encontraba viejos y sucios alcohólicos que me observaban con hostilidad.
Entré en lo que era el último bar que solía concurrir, me encontraba sudando, tenia que estar ahí, no quedaban mas lugares tenía que estar ahí escondida. Abrí la puerta con fuerza pero volví a encontrar el paisaje de siempre: borrachos y putas. Una de ellas se me acercó, y dándome una palmada en el trasero me preguntó: -¿Quieres pasar un buen rato, guapo?. Su aliento olía a alcantarilla, pensé que me desmayaría pero aguanté el golpe. Salí de aquel antro y encaminé mis pasos hacia el piso, maldiciéndola por haberme dejado abandonado, escupiendo su nombre por haberse olvidado de mi. Maldita perra.

Llegué al piso, cabreado pero tranquilo. Escuché un murmullo, alguien estaba dentro. Me dirigí hacia la cocina y sin atreverme a entrar me quedé apoyado en el marco de la puerta, la vi tarareando una canción.
En la mesa había una botella de vino abierta, tenía una copa en la mano y en la otra un cigarrillo, estaba dando vueltas, bailando tranquilamente con su tarareo, danzando con el aire como si nada importase. No se dio cuenta de mi presencia hasta que me molesté en abrir la boca: -¿Dónde has estado?. Dije de pronto. Cesó su baile. Me miró. Sonrió. No dijo nada así que volví a abrir la boca: -He pasado horas buscándote, ¿dónde coño estabas?. Pregunté indignado. No respondió, seguía mirándome, jugaba con un mechón de su pelo. Me estaba poniendo nervioso -¿Dónde cojones has estado?. Volvió a sonreír sin soltar palabra, se llevó a la boca el mechón de pelo y lo mordió. La muy perra. Ya me estaba poniendo cachondo. Señaló una gran tarta que se encontraba encima de la mesa, cogió una cuchara la metió en la tarta y luego se la llevo a la boca sin quitarme ojo. No sabía muy bien qué coño le ocurría así que volví a preguntarle: -Dime, ¿dónde has estado?, lo he pasado mal buscándote. Se acercó a mi y me arrastró hacia la tarta,volvió a hundir la cuchara y con ella me ensució la boca de nata. Pensé limpiarme con el puño de la manga, justo cuando se lanzó a mis labios para limpiármelos con los suyos. Señaló de nuevo la tarta: -Es para ti. Dijo sonriendo. Metí un dedo y ella se encargo de lamerlo para limpiarlo. Me la estaba poniendo dura, la muy perra. Hundí de nuevo un dedo en la tarta y una vez mas se lo llevó a la boca. Quise besarla, me acerqué a ella pero puso un dedo en mis labios y dijo: -Así no. La muy perra.

De pronto me excité como un animal, por puro instinto, tuve un arrebato y hundí ambas manos en la tarta, deshaciéndola, destrozándola por completo, devorándola con las manos como un obseso, como un loco, no me quitaba ojo, parecía aquel gesto lo que estaba esperando.
Le planté las manos llenas de tarta delante de la cara y empezó a comer de ellas, lamiendo suavemente los dedos, se tomó su tiempo y cada lametón me ponía la polla mas dura, imaginé que estaría ansiosa de que la follase, la agarré del culo, pero me apartó las manos diciendo: -Así no.

Se desabrochó la camisa, no llevaba sujetador y pude ver como insinuaba la imagen de sus perfectos senos. Yo me quité la mía, se me ocurrió ensuciarme el torso de tarta y eso hice, ella sonrió, se acercó y comenzó a limpiarme el cuerpo con la lengua. Luego se arrodilló y desabrochó mis pantalones, el ansia se apoderó de mi y no pude esperar mas para bajarlos del todo, con su boca ella hizo lo propio con mi ropa interior, dejando mi polla al descubierto delante de su cara, la miró pero no hizo nada, estaba muy dura pero simplemente la observaba.
Cogí un poco de nata y me la puse en la punta de la polla, se acercó a mi miembro y lamió la punta dejándola de nuevo limpia. Sentí que iba a explotar. Cogí de nuevo un poco de nata y me pingué los huevos con ella, acto seguido se lanzó y comenzó a comérmelos, me sentía morir de placer.

La levanté de pronto, le arranqué la camisa dejando al descubierto sus estupendas tetas, eran fantásticas. Le estampé un puñado de tarta en los pechos, que comencé a lamerlos como un animal, como un poseso, como un psicótico, como si el mundo fuera a acabarse en cuestión de segundos, como si mi vida dependiese de ello. Devoré sus pechos, los devoré como nunca, los devoré la con boca, los devoré con las manos, era increíble, no podía parar. De pronto me apartó de golpe, la muy perra se estaba haciendo desear, y lo estaba consiguiendo. Agarré un buen puñado de tarta, la cual se encontraba completamente despedazada, y se lo esparcí por el estómago. Me arrodillé ante ella y le lamí todo el vientre, su delicado vientre con sus suaves y violentas curvas, donde más de uno perdió la cabeza y murió de deseo. Desabroché su pantalón y pude comprobar que no llevaba ropa interior, de modo que pude disfrutar de su vello púbico. Me levantó, me miraba fijamente mientras se mordía el labio interior, cogió un trozo de la tarta despedazada y lo restregó por mi polla, se la metió toda en la boca y comenzó a trabajar duro, mi polla entraba y salía de su boca con locura, con vicio, con enfermedad. No podía mas, la agarré de las muñecas y la tiré al suelo. Se resistía: -Así no. Decía una y otra vez. Pero no importaba, iba a ser mía en aquel momento, le agarré los brazos con una mano y con la otra le quité los pantalones, ponía resistencia y repetía ansiosa: -¡Así no, así no, así no!. Ahora era mi juego y no el suyo, se lo dejé bien claro: -Cállate zorra. Se quedó callada, mirándome, observando mis gestos, muy seria, luego sonrió, otra vez esa sonrisa que me volvía loco.

La dejé desnuda y la poca tarta que quedaba se la dejé caer entre las piernas, agarré sus fuertes muslos y hundí la cabeza en su coño mojado, comenzó a gemir, me pedía más y más, era insaciable, nunca tenía suficiente. Hundí la lengua en su estrecha y tierna cavidad, se estaba caliente dentro y muy húmedo. Comenzó a gritar como una loca, se volvió histérica de placer mientras le lamía y jugaba con su clítoris. Le tapé la boca con una mano y durante unos segundos solo se escucharon sus gritos ahogados, pero pronto intentó deshacerse de la mano, agarrándola, arañándola y mordiéndola, no me quedó mas remedio que apartarla lejos de su alcance.

Se recompuso, me tiró al suelo y se sentó encima de mi cara mientras me agarraba el pene con ambas manos, me aplastó el coño en la cara así que comencé a lamer, despacio, suavemente, para que sintiera cada movimiento con precisión, estaba cada vez mas mojada, cada vez mas empapada, cuanto mas se excitaba mas fuerte le daba a mi polla.

Nos encontrábamos frente a frente, mirando nuestros cuerpos desnudos y respirando con dificultad. Continuábamos muy excitados. Se mordió el labio: -Fóllame. Dijo suavemente: -Ahora. Añadió después. La agarré, le di la vuelta y la puse con el culo en pompa y las manos apoyadas en la mesa de la cocina. Metí una mano entre sus piernas, estaba empapada, le metí un par de dedos primero, luego me agarré la polla y la hundí entre sus piernas, se la metí muy despacio, lentamente, disfrutaba sintiendo su calor y su humedad, disfrutaba sintiendo como me abría paso dentro de ella con suavidad, la estaba invadiendo, sintiéndolo todo, el mundo en ese momento se podía ir a la mierda, nada importaba mas que aquello, no había nada en la vida mas que aquel momento. Mi pene entraba y salía con facilidad y suavidad, una vez tras otra, jugué un poco, metiéndola hasta la mitad un rato y luego hasta el fondo, mientras le agarraba los pechos sintiendo como se movían con cada una de las embestidas, no dejaba de chillar, pero no me apetecía que volviera a morderme la mano, así que la dejé desahogarse y que gritase lo que quisiera.

Saqué la polla bañada de los mares de su coño, me pidió que me tumbara en el suelo y se sentó encima de mi pene, comenzó a trotarme como una yegua desbocada, mi polla era indomable y ella se encargaba de saciarla, era increíble ver como se movía, mientras pedía mas y mas, realmente era insaciable, una loba, una amazona, una tigresa, era algo fantástico. Sintió que estaba a punto de correrme, así que comenzó a masturbarme con la polla dentro de la boca, siguió así unos momentos hasta que finalmente me corrí. Grité como un animal, y ella me observaba disfrutando, escupió todo el semen y me metió la lengua en la boca, la hubiese devorado si hubiera podido hacerlo.

Acabamos exhaustos, empapados en sudor, completamente mojados y respirando con dificultad. Dejó de importarme dónde había estado, dejó de importarme el hecho de haberla buscado durante horas por las calles. Nada importaba más que aquella sensación, aquel placer.
Se acercó a su bolso y sacó un cigarrillo, me ofreció uno, lo cogí, lo encendí y ambos fumamos tranquilamente recobrando el aliento. Disfrutaba mirando su cuerpo desnudo, como se llevaba a los labios el cigarrillo y echaba el humo, aquellos labios que momentos antes habían sido míos.

Me miró directamente a los ojos: -¿Aún sigues pensando que soy una cobarde?. Se dibujó una sonrisa en sus labios, mientras jugaba con el mechón de su pelo.