lunes, 1 de noviembre de 2010

Desconocida.

No me gustan las fiestas. Pero ahí me encontraba, rodeado de gente estúpida. Fui invitado por la revista "The Other Side", la cual publicó uno de mis relatos, les gustó tanto que incluso insistieron en hacerme una pequeña entrevista "para conocer mejor al autor", fue ahí donde me invitaron, sentí la obligación de asistir dado que habían mostrado un cierto interés en mi.

La fiesta se encontraba en un chalet a las afueras de la ciudad, había barra libre en la segunda planta, que servía de gran ayuda para aguantar todo aquello. Estaban invitados algunos de los artistas mas reconocidos; pintores, músicos, poetas, diseñadores y escritores; Aunque lo único que yo veía eran caras demasiado pulcras, demasiado inocentes y limpias, demasiado inmaduras e hipócritas.

Reconocí a algún pintor y a algún músico. A mi también me reconocían, me saludaban estrechándome la mano y sonriendo falsamente, yo hacía lo propio, por suerte mi Vodka7 ayudaba a soportar aquello, de otro modo hubiera salido corriendo presa de un incontrolable pánico.
Había gente por todos lados, unos iban de aquí para allá saludando a todo el mundo, otros se concentraban en pequeños círculos de cuatro o cinco personas y solo hablaban entre ellos. -Señor Custer, un placer verlo aquí, para nosotros es un honor. Dijo el director de "The Other Side", él mismo se había empeñado en hacerme esa pequeña entrevista y convencerme de que asistiera a la fiesta. -Gracias a ustedes por invitarme esta noche, el placer sin duda es mio. Dije sonriendo y con toda la sinceridad que me fue posible. Me preguntó por mis proyectos, hablamos sobre la fiesta y la bebida, intercambiamos un par de palabras más y luego continuó saludando a más invitados, sin perder por un momento la sonrisa que lo acompañaba a todos lados.

Fui al baño para despejarme de tan anodina conversación y dejar de sonreír como si todo fuera maravilloso. Me miré frente al espejo mientras me lavaba las manos, tanteé mi rostro, mis ojos y las arrugas que los envolvían, me toqué el pelo con las manos húmedas, sin duda necesitaba un buen corte, pensé que los años podrían haberme tratado mucho peor. Me fijé en una mancha de vino que tenía en la pulcra camisa blanca, logré apañármelas para disimularla un poco con la corbata, pero aquello no fue una solución, no me importó. Practiqué la falsa sonrisa y salí del baño armado de valor.

Me encaminaba hacia las escaleras que conducían a la segunda planta, ansioso por llegar a la barra a pedir otra copa justo cuando escucho una voz tras de mi: -¿Jesse Custer?. Me giro y observo a un joven sonriente tendiéndome la mano. -Si. Le contesto mientras le ofrezco la mía. -Buenas señor, soy Jack Pickman. Dice mientras me entretengo en recolocar la corbata para disimular la mancha de vino. -No sé si me recuerda Sr. Custer, le envié algunos de mis poemas junto algunos reportajes en revistas, ¿recuerda?. Dije que no con la cabeza mientras seguía atareado con la corbata, no tenía tiempo para prestarle demasiada atención al joven, necesitaba una copa. Pero el tal Pickman era muy insistente: -Bueno, Sr. Custer, aprovechando la ocasión de tenerlo delante quisiera saber su opinión sobre mi poesía, no sé si sabrá que auto edité mis dos libros y muchas editoriales están fijándose en mi. Lo miré incredulo pensando por qué no me dejaba tranquilo. -¿Y bien, Sr. Custer?. Preguntó de nuevo. Justo en ese momento por detrás del joven pasó la mujer mas espectacular que había visto en mucho tiempo. La seguí con la mirada y me encaminé tras ella dejando allí plantado al tal Pickman, el cual gritó algo mientras me marchaba pero no supe qué ni me importó.

La desconocida se movía con delicadeza exquisita, moviéndose de un grupo de personas a otro, sus movimientos eran deliciosamente suaves, sensuales. Llevaba un vestido negro y largo, su melena, también negra, le caía por la espalda recorriéndola con tacto de seda.
La seguí por la sala a varios metros de distancia para no asustarla, aunque en realidad ardía en deseos de agarrarle la cintura y sentir su cuerpo entre mis manos.
La noche cobró otro significado, había dejado de importarme estar en aquella fiesta, la desconocida acaparaba toda mi atención.
Se movía de aquí para allá, no se estaba quieta ni un segundo, sujetaba una copa en la mano que de vez en cuando se llevaba a los labios, pintados de rojo, para dar pequeños tragos. Se percató de que la seguía a todos lados pero pareció no molestarle, es más, hubiera jurado que se estaba divirtiendo, de vez en cuando me echaba una mirada y sonreía, yo le devolvía la sonrisa sin quitarle ojo. De pronto anduvo directa hacía mi hasta quedar cara a cara, me tendió su copa con una sonrisa: -Para ti, querido. Fue todo lo que dijo. Me quedé mirando la copa, le eché un largo trago, fantaseé con que aquel sabor amargo también había recorrido su garganta y perduraba en su boca. Cuando alcé la vista de la copa no logré encontrarla de nuevo, me puse nervioso, miré a todos lados pero no di con ella, me moví por toda la sala cada vez mas desesperado, subí a la segunda planta pero tampoco la encontré, comencé a agobiarme y la insoportable música de la fiesta comenzó a taladrarme la cabeza. Sentí como si hubiera salido de algún tipo de hechizo, de algún encanto celestial. ¡Incluso pensé que aquella mujer solo formaba parte de mi imaginación!. Pensaba en esto cuando una mano se posó en mi hombro, era un grupo de jóvenes con varias copas de más, se proclamaron aficionados a mi literatura, comentaron algo de las cosas que escribía e hicieron algún comentario sobre las mujeres que había escrito. Me pidieron hacerme una foto con ellos, me aparté la corbata para dejar al descubierto la mancha de vino y posé con ellos, luego uno de los jóvenes señaló la mancha y comentó algo gracioso que no entendí muy bien. Estaba desesperado, necesitaba a mi desconocida, urgente.

La di por perdida. Salí al jardín a tomar un poco el aire. Era grande, iluminado por varios focos, había una piscina enorme y muchas mesas ocupadas por varios grupos de gente que hablaban sin cesar, alardeándo del dinero que tenían. Incluso fuera del chalet era imposible deshacerse del desagradable murmullo del parloteo de la gente. De todas formas mi nueva copa obtenida gracias a la desconocida, hacía aquello más soportable, aunque no sé de qué manera. De pronto dos jóvenes comenzaron a correr uno tras de otro por todo el jardín armando un gran escándalo, uno agarró al otro y lo empujó a la piscina, pero ambos cayeron dentro salpicando algunas mesas, a unos les hizo gracia y rieron y aplaudieron, otros miraron sin decir nada, yo continué bebiendo. Malditos criajos.

Me senté en una mesa vacía apartada de los focos y alejada de la gente, no quería contacto con nadie, no quería conversaciones triviales ni sonrisas hipócritas. Tanteé mis bolsillos hasta dar con una cajetilla de tabaco, saqué un cigarrillo y cuando buscaba una cerilla una mano me tendió fuego. Encendí el cigarillo, aspiré una buena calada, alcé la vista y la vi, mi querida desconocida, de pie delante de mi observandome con detenimiento. Le ofrecí un cigarrillo, lo aceptó y se sentó a mi lado. Fumamos tranquilamente. -Pensé que insistirías un poco mas en buscarme. Dijo mirando a los jóvenes que salían empapados de la piscina, riendo y abrazándose amistosamente. -Pensé que mi imaginación me jugó una mala pasada, y que no eras real. Fue lo único que supe decir. Me miró sonriendo, se lo estaba pasando bien con aquello: -¿Aún lo sigues pensando, querido?. Di una calada al cigarrillo: -Ahora mismo no estoy seguro de nada, nena, excepto que eres lo más espectacular que he visto en mucho tiempo. Movió lentamente la cabeza, quizás pensando en que estaba exagerando demasiado, quizás decepcionada después de hablar conmigo. Pero me gustaba de veras, era la mujer mas sofisticada que había visto en mucho tiempo, su forma de sostener el cigarro y llevárselo a los labios, el modo de caminar, de moverse, cada gesto la hacía especial, era única; Una mujer en peligro de extinción: -Te gustaría follarme, ¿verdad?. Ahora era yo quien se divertía con la conversación, aunque no entendí muy bien por qué dijo eso: -¿Lees el pensamiento, nena?. Le dije divertido. -Me pones, Custer, me pone tu forma de escribir, tus historias, tus relatos y poesías, me pone tu explicitud tu lenguaje soez, la perfecta imperfeción de tu estilo único.
Una vez dijo aquello se lenvató, tiró el cigarrillo y lo chafó con el pie, me agarró del brazo levantándome de la silla y tiró de mi. Me dejé llevar, no tenía mas opción, o no quería tenerla. Cruzamos todo el jardín así, ella completamente decidida y sujetándome del brazo, y yo dejándome llevar. Era divertido. Algunos nos miraban y hacían algún comentario, otros no se dieron cuenta o no querían prestarnos atención. Entramos al chalet, pasamos entre medio de mucha gente, yo me tropezaba sin querer con todos, pintores, músicos, poetas, diseñadores, todos chocaban conmigo y yo con ellos.

Llegamos a los servicios, ella entró primero y luego tiró de mi, cerró por dentro y se lanzó hacia mi, me besó metiéndome la lengua hasta la garganta y mordiéndome los labios, aquella mujer, mi desconocida, era la lujuria en estado puro.

Me dejé llevar, y ella me guió hasta el agujero mas profundo de su ser, hasta encontrarme completamente dentro, recuerdo como olía, el aspecto que tenía, la sensación que me producía, como jodía mientras penetraba más y más profundamente en la insondable caverna. Mi desconocida se encuentra empapada, asfixiada, retorciéndose, se escuchan los jadeos, los gemidos, los suspiros de placer, la observo abrir las piernas para liberarse y cada orgasmo es un gemido de insaciable placer, de deseo, de más, más y más. Oigo como las paredes se derrumban, oigo como nos llaman desde fuera, oigo golpes, pero estamos clavados el uno al otro y solo queremos devorarnos. Pierdo el recuerdo de las palabras, pierdo el recuerdo de mi propia existencia, pierdo el recuerdo de la vida. ¿Cómo habíamos llegado a aquel punto, más allá del alcance de la conciencia?. La oí gritar mi nombre, la oí maldecir y chillar de rabia, lo oí todo amplificado un millón de veces, oí como se corría y todo terminaba.

Decidió escapar por la ventana abierta que daba al exterior, dijo que no era buena idea volver a la fiesta después de lo ocurrido, que prefería evitar las miradas. Recogió su ropa y yo hice lo propio con la mía, salimos desnudos por la ventana, empezamos a correr, yo detrás de ella, uno de mis zapatos que llevaba enrollados entre la ropa cayó al suelo, me detuve a recogerlo y pierdo su pista, la vi a lo lejos desaparecer, quise gritar su nombre pero ni siquiera lo sabía. -¡Espera!. -¡Espera!. Demasiado tarde, desapareció, desapareció para siempre y el peso del mundo golpea mi espalda, jamás me perdonaría haberla dejado escapar, el resto de mi vida sería su espera eterna. Al menos me había dejado algo sobre lo que escribir. Y eso hice.

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